Las emociones no deben considerarse simplemente como reacciones impulsivas; más bien, son sistemas de alerta que nos brindan información sobre nuestro entorno y nuestras experiencias. La alegría puede señalar logros y recompensas, mientras que el miedo nos alerta sobre posibles amenazas. La tristeza, lejos de ser simplemente dolorosa, puede ser un recordatorio de nuestras conexiones emocionales y sociales, impulsándonos a buscar apoyo y solidaridad.
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